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Para ellos, la vida se reducía a una sola cosa. Nos juntábamos mucho durante la semana para hablar de los viajes, pero vida social fuera de la cancha no teníamos”. No era falso, no era esa persona simpática que vas a ver llegando a la cancha saludando a todo el mundo con una sonrisa. Javier solía llegar temprano a la cancha para acomodar los trapos, su tesoro: conseguía lugares codiciados que no entorpeciera la visión de los hinchas.